lunes, 26 de mayo de 2008

Tres acuarelas rápidas

para amart, que sabe de esto

I
Una chopera, y los chopos formados como un ejército verde aunque extraño: los más altos en medio, buscando la luz, encanijados otros en los bordes al amparo de sus mayores. Pero todos muy tiesos. De pronto, una ráfaga de viento y la formación, al menos en lo alto, se emborrona, se deshace.

II
A la vera del talud por el que corre el tren, y mucho, unas vacas pastan, o rumian echadas sobre la hierba bajo la mansa lluvia. Entre ellas, un caballo: un auténtico alazán que, de repente, se arranca en una carrera compitiendo con el tren, crines al viento, a galope tendido. Corre más el convoy que me lleva: pero él es mucho más hermoso.

III
Abandonados entre la niebla, ¡a estas horas de mayo!, los almendros son casi esqueletos con unas pocas hojas. Nunca dieron almendras y nunca las darán: de ahí su suerte echada a las bardas herbosas y al campo sin roturar. ¡Cuántas veces se ven estos almendrales frustrados! Quizá de viejos, aun sin dar fruto, cubran de nieve esas parcelas dejadas, abolidas.

(del diario de "érase un jardinero a un tren pegado", mayo de 2008)

miércoles, 21 de mayo de 2008

Regreso

A la vuelta de un viaje cuando, por necesariamente egocéntrico, uno cree que el mundo no se ha movido o que, más bien se ha movido al compás propio, observa de inmediato, nada más regresar, que se equivoca: todo ha seguido su ritmo y, salvo algunos seres cercanos, nadie nos ha echado de menos. Me he ausentado, decimos. Pero nuestra ausencia debiera notarse ¿no?

De aquella canción que todavía me hace lagrimear aunque mire para otro lado y disimule, el verso que más me conmueve es "me detendré a llorar por los ausentes". Los ausentes, algunos de los cuales han dejado una huella imborrable y quizá por ello los sentimos presentes. Como K., cuya tumba he visto en una mañana de lluvia, solo en el inmenso y calmo cementerio judío, acompañado del repiqueteo de las gotas desprendiéndose como segundos, u horas, o siglos, desde el follaje denso erguido hacia un cielo sin sol. ¿Qué se piensa entonces ante esa presencia que no lo es, del ausente? No lo sé: me detuve, no a llorar; sí a rendir un mudo homenaje de recuerdo y reconocimiento, a pensar: no estás ausente. Deposité dos piedras en la lápida oculta bajo otras muchas: una por mí, otra por un amigo que ójala hubiera estado allí. Que en cierto modo estaba porque me detuve a recordarlo ausente.

Lo demás fue el regreso.

(del diario de un jardinero viajero, primavera, cuarenta años después, de 2008)

lunes, 12 de mayo de 2008

Soterrar el tren, ganar un paisaje

Con este título, la Universidad de La Rioja organiza un curso acerca del paisaje que va a generarse sobre la trinchera del ferrocarril una vez enterrado éste (cuándo se concluirá el asunto es difícil de prever, con seguridad no antes de un lustro: pero es el momento de ir pensando en lo que se verá después de semejante obra).

En todo caso, deberá ser sin duda una muestra del paisaje que viene: un ajardinamiento previsto de más de 6 kilómetros de longitud que ligará dos partes de la ciudad hoy desvinculadas. Y producirá, eso esperamos, una reactivación jardinera que modificará el paisaje urbano de Logroño dejando atrás la jardinería municipal más bien convencional que se ha venido haciendo hasta ahora en la ciudad, como en tantas otras de España. Un reto. Una mirada al futuro.

Los detalles se pueden ver en El paisaje del soterramiento, un blog que informará del desarrollo del curso y, previsiblemente, de otras cosas conexas.Todos los paisajistas, jardineros, diseñadores, arquitectos, ingenieros, biólogos y demás personas con conocimientos afines están llamados a participar. Os esperamos.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Nuevo estado

¿Abuelo? ¿Ya?

(del diario de un jardinero ¿prematuramente? envejecido, 7 de mayo de 2008)

lunes, 5 de mayo de 2008

La mirada inversa

Vuelta desde Madrid, otra vez el viaje, otra vez tiempo para la mirada perdida, el vistazo rápido sobre los campos y el horizonte, nítido hoy, otra vez disponibilidad para pensar o perderse en ensoñaciones.

La vista desde el tren, rápido, rápido, permite atisbar casas y fincas, un depósito de chatarra, una fábrica perdida en el recodo de un camino. No se ve a nadie. Pero cuando los montes se alejan y se abre por la ventanilla un escenario más amplio entonces surgen arroyos escondidos entre juncos, trigales que crecen en soledad, árboles en lejanía, un serpenteo de caminos sin asfaltar. El viaje en tren facilita la mirada sobre el paisaje y estimula, a la vez, la querencia por la mirada desde el otro lado: detener el tren, descender al valle y, enseguida, quedar todo en silencio. Recorrer entonces esos caminos que van hacia los árboles atravesando trigales, serpenteando a lo largo de arroyos que ahora ya no veo desde mi ventanilla, fugaz para el paisaje que me mira, que me ve apenas desaparecer en el interior de una serpiente blanca y violeta que, arrojando chispas en el crepúsculo, se pierde a lo lejos.

Queda todo en silencio.

(del diario de un jardinero, ido y venido, mayo de 2008)