sábado, 28 de abril de 2007
El anónimo (alguien, antes de Newton)
Desde la cornisa de la montaña
dejo caer suavemente una piedra hacia el precipicio,
una acción ociosa
de cualquiera que se detiene a descansar en este lugar.
Mientras la piedra cae libre y limpia en el aire
siento confusamente que la piedra no cae
sino que baja convocada por la tierra, llamada
por un poder invisible e inevitable.
Mi boca quiere nombrar ese poder, hace aspavientos, balbucea
y no pronuncia nada.
La revelación, el principio,
fue como un pez huidizo que afloró y volvió a sus abismos
y todavía es innombrable.
Yo me contento con haberlo entrevisto.
No tuve el lenguaje y esa falta no me desconsuela.
Algún otro hombre, subido en esta montaña
o en otra,
dirá más, y con precisión.
Ese hombre, sin saberlo, estará cumpliendo conmigo.
JOSÉ WATANABE (1946-2007)
miércoles, 25 de abril de 2007
Jardín de otoño
martes, 24 de abril de 2007
Azacán
Eso es lo que estoy hecho, un azacán, con relativo pesar. Voy y vengo y me detengo menos de lo que quisiera. Dos días en Madrid, mi pueblo, ya se sabe. Una conferencia. Visitas a la familia, lo más grato. Ayer, día del libro, paseé brevemente por la cuesta de Moyano, encontré los dos tomos de los cuentos de Moravia en Alianza (cada uno en una caseta distinta) y entré en Pasajes un rato y una caminata después, donde me hice el regalo libresco de una antología de poemas de Seamus Heaney.
Hoy estaba molido. La conducción tratando de esquivar a la creciente caterva de imbéciles que sólo viven para serlo más que el vecino. El campo, verde, el trigo y la cebada de las tierras de Soria empezando a ganar altura. Mucho milano por la carretera: tengo oído que se están volviendo carroñeros y por eso sobrevuelan el asfalto, para aprovechar los despojos de los atropellos.
Y otra vez esto. Un rato en el despacho, luego la radio, mañana varias horas de clase, una reunión... Ya digo, azacaneado. Mucho menos que un minero, no se me pasa por alto, no. Pero tampoco una vida tan regalada que no quiera o anhele uno otra. Quizá más tranquila.
Pero esta es la que tengo.
Hoy estaba molido. La conducción tratando de esquivar a la creciente caterva de imbéciles que sólo viven para serlo más que el vecino. El campo, verde, el trigo y la cebada de las tierras de Soria empezando a ganar altura. Mucho milano por la carretera: tengo oído que se están volviendo carroñeros y por eso sobrevuelan el asfalto, para aprovechar los despojos de los atropellos.
Y otra vez esto. Un rato en el despacho, luego la radio, mañana varias horas de clase, una reunión... Ya digo, azacaneado. Mucho menos que un minero, no se me pasa por alto, no. Pero tampoco una vida tan regalada que no quiera o anhele uno otra. Quizá más tranquila.
Pero esta es la que tengo.
(del diario de un jardinero, abril de 2007)
viernes, 20 de abril de 2007
Jornadas de poesía
Ayer comenzaron las Jornadas de Poesía en Español (este año, las Novenas) que siempre se celebran hacia mediados o finales de abril. Son, a mi parecer, el acontecimiento cultural del año en Logroño. Hay conciertos, música de jazz, jueves flamencos, minifestivales de teatro, cine, presentaciones de libros o revistas, exposiciones de pintura. Pero esta es la única ocasión en que por aquí aparecen artistas (escritores) que leen sus textos y hablan de su propia obra, y admiten con facilidad la conversación, en un aparte o después del acto, tomando unos vinos, que es cosa muy riojana a la que todos suelen apuntarse. Los presentan otros escritores o editores (la mayor parte de por aquí) y se venden libros en la antesala, para que los asistentes puedan "llevarse" al poeta a casa, junto con su libro dedicado, si así lo desean. Me parece una auténtica fiesta literaria: para mí, junto con la Feria del Libro de Ocasión (aquí, en otoño) en la que siempre sueño con encontrar un libro que me falta (y me faltan tantos), es, ya digo, el acontecimiento cultural (y no sólo literario) del año.
Luego, la realidad se impone. No todos los poetas son del agrado de uno. La sala es pequeña y aunque la Casa de los Periodistas es de los mejores edificios culturales de Logroño, es incómoda en cuanto se superan los cincuenta asistentes. Este año (al menos ayer no los vi) no hay esos pequeños pliegos (Los cuadernos de la selva profunda) que editaba con mimo el anterior coordinador, Alfonso Martínez Galilea, alma de las Jornadas desde su inicio y mentor de muchos de los jóvenes poetas riojanos como el que ahora le ha sustituido, Paulino Lorenzo. Esos pliegos, cierto, han formado una antología que, esta sí, se vendía ayer a la entrada. Se promete un libro-disco (los tiempos cambian) con poemas y voces de los poetas de este año. Hay una exposición conmemorativa con recortes y fotos que reavivan recuerdos y presencias.
Las Jornadas, no podía ser menos, despiertan expectación pero también animadversiones varias. Hará un par de años hubo un rifirrafe en la prensa regional a cuenta de los invitados a las mismas. Hay que admitir que son todos los que están pero no están todos los que son. Es inevitable. En este sentido no es criticable la selección hecha por el coordinador; por el contrario, debe mostrar su propio criterio a la hora de elegir, para eso está. Y, lógicamente, nunca satisfará a todos. Mi única crítica procede del lado numérico: siempre me parecen pocos los poetas que acuden a leer sus versos. Ya que nos damos un homenaje, digo yo, démonos un festín. No tengan miedo los organizadores, que no nos vamos a empachar. Quizá alargando la duración de las jornadas, quizá abriendo otro horario para jóvenes poetas o poetas de por aquí, quizá adelantando un poco el comienzo (las ocho de la tarde) para introducir algún debate o una sesión con más escritores.
Como es lógico, cada cual tiene sus nombres. Yo me había hecho la ilusión (no me pregunten por qué) de ver por aquí a SDR y poder saludarle. No ha venido, así que habrá que esperar a otra oportunidad. Los que forman el cartel son interesantes, sin duda: ayer empezó Antonio Cabrera (Con el aire), hoy le toca a Ángel Guache (Un mundo) y seguirán a partir del lunes Juan Manuel Bonet (La patria oscura), Ángel María Fernández (Palos de ciego) y Vanesa Pérez Sauquillo (Bajo la lluvia equivocada), Antonio José Ponte (Asiento en las ruinas), Eugenio Montejo (Fábula del escriba) y Tomás Segovia (En los ojos del día). Ya digo: un buen banquete que poco tiene que ver con gustos y afinidades y sí, mucho, con estudiar de cerca a esos ejemplares humanos que son los escritores. Especialmente cuando nos dejan atisbar sus razones o instintos en la escritura de su propia obra.
Las Jornadas, no podía ser menos, despiertan expectación pero también animadversiones varias. Hará un par de años hubo un rifirrafe en la prensa regional a cuenta de los invitados a las mismas. Hay que admitir que son todos los que están pero no están todos los que son. Es inevitable. En este sentido no es criticable la selección hecha por el coordinador; por el contrario, debe mostrar su propio criterio a la hora de elegir, para eso está. Y, lógicamente, nunca satisfará a todos. Mi única crítica procede del lado numérico: siempre me parecen pocos los poetas que acuden a leer sus versos. Ya que nos damos un homenaje, digo yo, démonos un festín. No tengan miedo los organizadores, que no nos vamos a empachar. Quizá alargando la duración de las jornadas, quizá abriendo otro horario para jóvenes poetas o poetas de por aquí, quizá adelantando un poco el comienzo (las ocho de la tarde) para introducir algún debate o una sesión con más escritores.
Como es lógico, cada cual tiene sus nombres. Yo me había hecho la ilusión (no me pregunten por qué) de ver por aquí a SDR y poder saludarle. No ha venido, así que habrá que esperar a otra oportunidad. Los que forman el cartel son interesantes, sin duda: ayer empezó Antonio Cabrera (Con el aire), hoy le toca a Ángel Guache (Un mundo) y seguirán a partir del lunes Juan Manuel Bonet (La patria oscura), Ángel María Fernández (Palos de ciego) y Vanesa Pérez Sauquillo (Bajo la lluvia equivocada), Antonio José Ponte (Asiento en las ruinas), Eugenio Montejo (Fábula del escriba) y Tomás Segovia (En los ojos del día). Ya digo: un buen banquete que poco tiene que ver con gustos y afinidades y sí, mucho, con estudiar de cerca a esos ejemplares humanos que son los escritores. Especialmente cuando nos dejan atisbar sus razones o instintos en la escritura de su propia obra.
martes, 17 de abril de 2007
Queríamos tanto a Julio
Un 12 de febrero fue motivo de sarcasmo cuando aquel carnicerito llorón que el general designó para una ficción de apertura se inventó una participación de opereta en el año 1974. El que se llamó "espíritu del 12 de febrero" nos hizo reír a muchos para poder, al menos con el humor, conjurar los negros nubarrones que veíamos cernirse sobre un futuro que, como se vio después, estaba a sólo año y medio de distancia. Por fortuna, aquel espíritu, el general y su carnicerito llorón eran ya (aunque no lo sabíamos y aún habían de costar mucho dolor), casi, historia.
Otro 12 de febrero nos hizo, en cambio, llorar a muchos. Yo aún recuerdo el sentimiento de estupor que sentí al escuchar la noticia por la radio. Trabajaba entonces en la periferia sur de Madrid y supongo que mis sentimientos más "rojos" (nunca lo he sido tanto) estaban a flor de piel. Las Malvinas y Thatcher no quedaban tan lejos. Bien presentes, las huelgas de los mineros británicos o la ridícula pero amenazante presencia de Reagan. La serie televisiva "V", entretenida y bien hecha, sirvió para que el actor presidente fuera representado en esas ocasiones como un lagarto disfrazado. No se me olvida, creo que fue en el 85, la sucesión de manifestaciones contra su visita y la política de la que se nos quería hacer partícipes.
Mi memoria de aquel invierno es la de una época muy gris: el culmen fue aquel 12 de febrero, un día, por el contrario, radiante y luminoso en Madrid, si no recuerdo mal. Mi viaje en metro hasta Atocha. El cercanías hasta Fuenlabrada. Y todo el rato, compartido con algunos de mis compañeros de tren y de trabajo, pensando lo mismo: ha muerto Julio Cortázar. Excuso decir que tardé en creérmelo; hasta constatarlo en los periódicos del día siguiente.
Releí algunos cuentos entonces. Los sigo releyendo ahora, a salto de mata. Me vienen a la memoria algunos títulos que suenan hoy como claves para iniciados: Lugar llamado Kindberg, Continuidad de los parques, Casa tomada, Queremos tanto a Glenda, Las babas del diablo, Cefalea, Apocalipsis en Solentiname, Orientación de los gatos, Botella al mar, La autopista del sur (no hay atasco en el que me vea ahora que no me recuerde este cuento, supongo que es algo general para los lectores del argentino), El perseguidor, La isla a mediodía (¿quién no quiso entonces volar al Egeo?) o Manuscrito hallado en un bolsillo (yo que fui usuario del entonces modesto metro de Madrid tanto tiempo, llevé en el bolsillo el plano del de París para seguir en la lectura los movimientos subterráneos y azarosos del protagonista).
Habría tantos nombres y títulos que decir que no quiero convertir esta entrada en un monumento grabado de arriba a abajo. Prefiero el hueco que su silencio nos dejó entonces. Dejo escrito sin embargo que mi entrada en este mundo de las bitácoras viene determinada por Julio Cortázar: porque de las primeras que leí y que me mostró el modo de hacerlo (un modo que envidio, por cierto) y la primera, si no recuerdo mal, en la que dejé un comentario (dicho sea de paso, pedante) es aquella cuyo nombre alude al título del libro más famoso de Cortázar y con cuyo autor (aun sin conocernos personalmente) tengo una relación bitacorera de amistad, me atrevería a decir.
Hay un texto algo críptico y muy hermoso, breve, de Julio Cortázar, titulado Prosa del Observatorio. No es, ni mucho menos, el primero que compré de él (antes estuvieron muchos otros, como por ejemplo este de portada, en el diseño original de la colección Alianza Tres, también del año 74). Termina con una frase que sigue formulando el deseo de que seamos lo que debemos ser y no lo que los carniceritos, Thatcher, Reagan, nuestro general (y sus colegas argentinos que tomaron las Falkland) y los que son como ellos quisieron y quieren de continuo que seamos:
pero lo abierto sigue ahí, pulso de astros y anguilas, anillo de Moebius de una figura del mundo donde la conciliación es posible, donde anverso y reverso cesarán de desgarrarse, donde el hombre podrá ocupar su puesto en esa jubilosa danza que alguna vez llamaremos realidad
El texto, escrito en París en 1971, sigue, me parece a mí, teniendo vigencia. Valga como homenaje y recuerdo emocionado, aunque sólo sea por la cantidad de horas de mi vida (en lecturas de sillón y de bamboleo en el metro, en los parques continuos y en las playas de las vacaciones) que, como tantos otros, le he dedicado. Y por todas las que, en esa supuesta isla, le seguiré dedicando..
Otro 12 de febrero nos hizo, en cambio, llorar a muchos. Yo aún recuerdo el sentimiento de estupor que sentí al escuchar la noticia por la radio. Trabajaba entonces en la periferia sur de Madrid y supongo que mis sentimientos más "rojos" (nunca lo he sido tanto) estaban a flor de piel. Las Malvinas y Thatcher no quedaban tan lejos. Bien presentes, las huelgas de los mineros británicos o la ridícula pero amenazante presencia de Reagan. La serie televisiva "V", entretenida y bien hecha, sirvió para que el actor presidente fuera representado en esas ocasiones como un lagarto disfrazado. No se me olvida, creo que fue en el 85, la sucesión de manifestaciones contra su visita y la política de la que se nos quería hacer partícipes.
Mi memoria de aquel invierno es la de una época muy gris: el culmen fue aquel 12 de febrero, un día, por el contrario, radiante y luminoso en Madrid, si no recuerdo mal. Mi viaje en metro hasta Atocha. El cercanías hasta Fuenlabrada. Y todo el rato, compartido con algunos de mis compañeros de tren y de trabajo, pensando lo mismo: ha muerto Julio Cortázar. Excuso decir que tardé en creérmelo; hasta constatarlo en los periódicos del día siguiente.
Releí algunos cuentos entonces. Los sigo releyendo ahora, a salto de mata. Me vienen a la memoria algunos títulos que suenan hoy como claves para iniciados: Lugar llamado Kindberg, Continuidad de los parques, Casa tomada, Queremos tanto a Glenda, Las babas del diablo, Cefalea, Apocalipsis en Solentiname, Orientación de los gatos, Botella al mar, La autopista del sur (no hay atasco en el que me vea ahora que no me recuerde este cuento, supongo que es algo general para los lectores del argentino), El perseguidor, La isla a mediodía (¿quién no quiso entonces volar al Egeo?) o Manuscrito hallado en un bolsillo (yo que fui usuario del entonces modesto metro de Madrid tanto tiempo, llevé en el bolsillo el plano del de París para seguir en la lectura los movimientos subterráneos y azarosos del protagonista).
Habría tantos nombres y títulos que decir que no quiero convertir esta entrada en un monumento grabado de arriba a abajo. Prefiero el hueco que su silencio nos dejó entonces. Dejo escrito sin embargo que mi entrada en este mundo de las bitácoras viene determinada por Julio Cortázar: porque de las primeras que leí y que me mostró el modo de hacerlo (un modo que envidio, por cierto) y la primera, si no recuerdo mal, en la que dejé un comentario (dicho sea de paso, pedante) es aquella cuyo nombre alude al título del libro más famoso de Cortázar y con cuyo autor (aun sin conocernos personalmente) tengo una relación bitacorera de amistad, me atrevería a decir.
Hay un texto algo críptico y muy hermoso, breve, de Julio Cortázar, titulado Prosa del Observatorio. No es, ni mucho menos, el primero que compré de él (antes estuvieron muchos otros, como por ejemplo este de portada, en el diseño original de la colección Alianza Tres, también del año 74). Termina con una frase que sigue formulando el deseo de que seamos lo que debemos ser y no lo que los carniceritos, Thatcher, Reagan, nuestro general (y sus colegas argentinos que tomaron las Falkland) y los que son como ellos quisieron y quieren de continuo que seamos:
pero lo abierto sigue ahí, pulso de astros y anguilas, anillo de Moebius de una figura del mundo donde la conciliación es posible, donde anverso y reverso cesarán de desgarrarse, donde el hombre podrá ocupar su puesto en esa jubilosa danza que alguna vez llamaremos realidad
El texto, escrito en París en 1971, sigue, me parece a mí, teniendo vigencia. Valga como homenaje y recuerdo emocionado, aunque sólo sea por la cantidad de horas de mi vida (en lecturas de sillón y de bamboleo en el metro, en los parques continuos y en las playas de las vacaciones) que, como tantos otros, le he dedicado. Y por todas las que, en esa supuesta isla, le seguiré dedicando..
sábado, 14 de abril de 2007
Lascaux
No se sabe que asombra más. Su antigüedad: cerca de 20.000 años. O también: su antigüedad y su excelente conservación. O no tanto: porque lo que se visita es la réplica cuasi exacta contruida para preservar de la humedad, el anhídrico carbónico, las variaciones de temperatura y las bacterias humanas el espacio original, hoy Patrimonio de la Humanidad.
La viveza de los colores. Los animales representados. Los símbolos hoy indescifrables. Los oscuros motivos para pintar las bóvedas de unas cuevas que no sirvieron sino para ese conjuro del arte y del misterio. Las técnicas empleadas: la pintura soplada con una cerbatana, las manos que imitan el reborde del pecho de un toro que alguien más, con un pincel que no hemos encontrado y sólo podemos suponer, pinta con óxido de manganeso, un negro mate y hosco. El aprovechamiento del relieve natural para dar sensación de perspectiva.
Y más: la ocurrencia de unas gentes en utilizar unos pigmentos para representar la realidad. Las pruebas con tintes y arcillas, necesarias para conseguir un color uniforme, un brillo de ayer mismo. De esas pruebas no ha quedado ni rastro. La transmisión de ese conocimiento de generación en generación, cuando la vida no superaba por lo general los treinta años. La dedicación de horas y horas cuando el mundo exterior se agitaba hostil y había que perseguir la caza y buscar las bayas y los frutos en las zonas favorables: el Neolítico y la domesticación quedaban todavía muy lejos. La ausencia aparente de ensayos: la obra total y definitiva.
Y cómo no: los hombres y mujeres que, voluntariamente o impulsados por el miedo, hicieron posibles estas pinturas rupestres. Las vidas que fueron sin saber que nosotros vendríamos a contemplarlas al cabo de miles de años. A descender a las profundidades de la tierra, como ellos antes, para no oir las explosiones de las bombas, la verborrea inútil de los mentirosos, las justificaciones de los que defienden su parcelita estúpida en la que sólo cabe una bandera.
Finalmente: no saber si somos como ellos o ellos como nosotros. Qué pulsiones y miedos agitarían sus cerebros. Qué imaginarían del mundo cuando ellos desaparecieran: no saber que imaginamos nosotros cuando, como ellos, desaparezcamos. Olor a azufre o una piedra caliza pintada con nuestra propia sangre.
(del diario de un jardinero, abril de 2007)
jueves, 12 de abril de 2007
Reentrada
Acepto gustoso la invitación de Diarios de Rayuela y aprovecho eso del meme (un palabro horrible como tantos) para marcar la vuelta de estas vacaciones que han sido abundantes en acontecimientos y visitas. Algo contaré. Pero de momento, al grano.
Como en la mesa del ordenador no tengo ningún libro (están a mi alrededor) alargo la mano a una de las estanterías y, sin mirar, saco un libro cualquiera. Brideshead revisited, de Evelyn Waugh, en la edición de Penguin de 1984. En la página 139, segundo párrafo, las cinco primeras oraciones dicen así:
- Ah, querido, no merece la pena intentar explicarlo. Los protestantes siempre piensan que los sacerdotes católicos son espías.
- No es eso lo que quiero decir.- Intenté explicarlo pero no me salió nada bien -. Él tiene que sentirse libre.
- Pero si hasta este momento ha sido siempre libre y dése usted cuenta del resultado.
(Trad. de FPC)
Bueno, si se cuentan salen seis. Pero me parece que la sexta venía a cuento.
Y como parece que el juego no está completo sin pasar la bola, o el meme, lo paso gustoso, confiando en su buena acogida a *Tenebrae, Rayos y Centellas! y Viajes de papel, blogs que leo siempre con curiosidad y, no pocas veces, con aprovechamiento.
Como en la mesa del ordenador no tengo ningún libro (están a mi alrededor) alargo la mano a una de las estanterías y, sin mirar, saco un libro cualquiera. Brideshead revisited, de Evelyn Waugh, en la edición de Penguin de 1984. En la página 139, segundo párrafo, las cinco primeras oraciones dicen así:
- Ah, querido, no merece la pena intentar explicarlo. Los protestantes siempre piensan que los sacerdotes católicos son espías.
- No es eso lo que quiero decir.- Intenté explicarlo pero no me salió nada bien -. Él tiene que sentirse libre.
- Pero si hasta este momento ha sido siempre libre y dése usted cuenta del resultado.
(Trad. de FPC)
Bueno, si se cuentan salen seis. Pero me parece que la sexta venía a cuento.
Y como parece que el juego no está completo sin pasar la bola, o el meme, lo paso gustoso, confiando en su buena acogida a *Tenebrae, Rayos y Centellas! y Viajes de papel, blogs que leo siempre con curiosidad y, no pocas veces, con aprovechamiento.
miércoles, 4 de abril de 2007
Invitación
Como tantos, mañana empiezo unas vacaciones mínimas. Un impulso con el que llegar al verano.
Para los que se queden, una sugerencia. Si guardan en el cajón algún original inédito que merezca la pena, queda esta invitación hasta mi vuelta. Una participación en el premio más prestigioso de toda La Rioja, lejos de las instituciones y sus grandes cantidades y famosísimos jurados. En este caso, sólo literatura. Los patrocinadores han puesto las bases en esta web. Piénsenlo.
Hasta la vuelta.
Para los que se queden, una sugerencia. Si guardan en el cajón algún original inédito que merezca la pena, queda esta invitación hasta mi vuelta. Una participación en el premio más prestigioso de toda La Rioja, lejos de las instituciones y sus grandes cantidades y famosísimos jurados. En este caso, sólo literatura. Los patrocinadores han puesto las bases en esta web. Piénsenlo.
Hasta la vuelta.
martes, 3 de abril de 2007
Jardín antiguo
Ir de nuevo al jardín cerrado,
que tras los arcos de la tapia,
entre magnolios, limoneros,
guarda el encanto de las aguas.
Oir de nuevo en el silencio,
vivo de trinos y de hojas,
el susurro tibio del aire
donde las almas viejas flotan.
Ver otra vez el cielo hondo
a lo lejos, la torre esbelta
tal flor de luz sobre las palmas:
las cosas todas siempre bellas.
Sentir otra vez, como entonces,
la espina aguda del deseo,
mientras la juventud pasada
vuelve. Sueño de un dios sin tiempo.
LUIS CERNUDA
lunes, 2 de abril de 2007
April
Un día de mucho trabajo, como los otros dos que quedan hasta estas vacaciones mínimas. ¿Por qué cuando me hace falta concentrarme y rematar asuntos es cuando más dispuesto estoy a emprender cosas nuevas, a emplear el tiempo en temas que en la normalidad de los días no suelo plantearme?
Como esta, por ejemplo:
April is the cruellest month... No estoy muy seguro, como jardinero, de que haya que traducir al español (para España) "abril" sino "marzo", el mes equivalente en crueldad, climáticamente hablando. Naturalmente, sería una traición "literal" pero ¿y el sentido? (Y aún así, habría que precisar para qué región climática de nuestro país... un sinsentido, permítaseme el retruécano).
Fruslerías, como se ve.
Como esta, por ejemplo:
April is the cruellest month... No estoy muy seguro, como jardinero, de que haya que traducir al español (para España) "abril" sino "marzo", el mes equivalente en crueldad, climáticamente hablando. Naturalmente, sería una traición "literal" pero ¿y el sentido? (Y aún así, habría que precisar para qué región climática de nuestro país... un sinsentido, permítaseme el retruécano).
Fruslerías, como se ve.
(del diario de un jardinero, abril de 2007)
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