Hay personas que tienen un don para el pensamiento analógico. Lo suyo es sacar petróleo de comparaciones que nadie antes ha establecido, urdir metáforas que otros hacemos nuestras porque después de dichas así de bien, apenas queda nada por añadir. Bernardo Sánchez, que es además filólogo, premio Max de las Artes Escénicas por su adaptación teatral de El verdugo berlanguiano, un especialista en cine como hay pocos, guionista, profesor de universidad, articulista de prestigio y promotor de casi todos los eventos logroñeses relacionados con el cine, es una de esas personas y por ello es también un magnífico divulgador. Lo hace como todo lo demás: con sencillez y palabra cálida, bien escogida y directa. Siempre encuentra una anécdota que el público agradece, un retruécano que los asistentes ríen, una frase que los deja pensando.
Ahora sale a la luz (y ya lo celebramos en su día, asistiendo a una breve, aunque no sobria finalmente, presentación, en una bodega-restaurante logroñés) este libro que le encargaron hace tiempo. El tomo no defrauda. Son más de 350 páginas de texto apretado y selecto, llenas de amor por el cine y de reconocimiento por el vino. Repletas de fotografías, carteles, cromos, fotogramas de películas en las que se habla de tintos o blancos, de cavas o champañas, de caldos que sirven de acompañamiento a las escenas o que forman su trama. No creo que haya nadie capaz de encontrarle una ausencia llamativa a este libro porque la filmografía reflejada es la de todas esas "pelis" que todos hemos visto y muchas más que se nos han quedado en el tintero pero que Bernardo, seguro, atesora en las estanterías de su casa y que habrá vuelto a ver para escribir lo que escribe aquí. Hay películas contadas, escenas recreadas, diálogos vertidos al papel para refrescar la memoria del lector. Es un libro, parece inevitable decirlo, que debe leerse en un sillón cómodo (pesa bastante), con buena luz y teniendo cerca una copa de vino. Ese, al menos, es un efecto instantáneo del libro: dan ganas de beber y de ver una película.
Son muchas las frases e ideas del libro que se quedan prendidas de la memoria, aun habiéndolo catado sin entrar más a fondo (me gusta el análisis sobre Dublineses, esa obra maestra de un "santo bebedor", he buscado las referencias a Las uvas de la ira y tengo que averiguar qué tiene ver la película Un ratón en la luna con el vino: Bernardo me lo explicará en estas páginas). Yo me quedo con una que resume perfectamente el espíritu de esta obra y la sintonía de cine y vino. Dijo Bernardo en la presentación de su libro que películas y vino son productos de la luz y de la oscuridad: las luces y sombras del celuloide proyectadas en una pantalla, el sol del campo y la negrura de la bodega en que reposa el caldo. Ya dije que Bernardo divulga estupendamente y alumbra con estas metáforas las ideas que propone. Y siempre le sale así de bien.
Así que, enhorabuena y ¡salud!.
Ahora sale a la luz (y ya lo celebramos en su día, asistiendo a una breve, aunque no sobria finalmente, presentación, en una bodega-restaurante logroñés) este libro que le encargaron hace tiempo. El tomo no defrauda. Son más de 350 páginas de texto apretado y selecto, llenas de amor por el cine y de reconocimiento por el vino. Repletas de fotografías, carteles, cromos, fotogramas de películas en las que se habla de tintos o blancos, de cavas o champañas, de caldos que sirven de acompañamiento a las escenas o que forman su trama. No creo que haya nadie capaz de encontrarle una ausencia llamativa a este libro porque la filmografía reflejada es la de todas esas "pelis" que todos hemos visto y muchas más que se nos han quedado en el tintero pero que Bernardo, seguro, atesora en las estanterías de su casa y que habrá vuelto a ver para escribir lo que escribe aquí. Hay películas contadas, escenas recreadas, diálogos vertidos al papel para refrescar la memoria del lector. Es un libro, parece inevitable decirlo, que debe leerse en un sillón cómodo (pesa bastante), con buena luz y teniendo cerca una copa de vino. Ese, al menos, es un efecto instantáneo del libro: dan ganas de beber y de ver una película.
Son muchas las frases e ideas del libro que se quedan prendidas de la memoria, aun habiéndolo catado sin entrar más a fondo (me gusta el análisis sobre Dublineses, esa obra maestra de un "santo bebedor", he buscado las referencias a Las uvas de la ira y tengo que averiguar qué tiene ver la película Un ratón en la luna con el vino: Bernardo me lo explicará en estas páginas). Yo me quedo con una que resume perfectamente el espíritu de esta obra y la sintonía de cine y vino. Dijo Bernardo en la presentación de su libro que películas y vino son productos de la luz y de la oscuridad: las luces y sombras del celuloide proyectadas en una pantalla, el sol del campo y la negrura de la bodega en que reposa el caldo. Ya dije que Bernardo divulga estupendamente y alumbra con estas metáforas las ideas que propone. Y siempre le sale así de bien.
Así que, enhorabuena y ¡salud!.