Y por añadidura, me encuentro a los dos días de escribir la entrada anterior, un texto jugoso que habla de otras cosas pero que remite, me parece a mí, a esa preocupación que me produce la cuestión procesal, el sentido inspirador de la administración de justicia. Dado que lo dice uno de esos escritores de cabecera que uno tiene y que ha leído siempre con frución y que se trata de un libro ya antiguo (1977) pero publicado ahora en España, no resisto la tentación de recoger el párrafo en cuestión que, insisto, parece dirigirse hacia donde yo mismo me dirigía. Lo que parece señalar que, en efecto, en todas partes cuecen habas. El realzado en verde, claro es, es cosa mía.
"Y a propósito de Los demonios de Loudun, la película presentada en Venecia, primero secuestrada y luego autorizada, debo decir que así como la decisión de secuestrarla obedecía al menos a una norma legal, en cambio los motivos esgrimidos en la orden para alzar el secuestro me han dejado bastante perplejo. Dicho de otro modo, me parece que hay más autoridad en la orden de autorización que en la de secuestro. (Entendámonos; aunque considere -y no es cosa de hoy, pues en estos términos respondí hace muchos años a una encuesta sobre la censura que hizo una revista de cine-, aunque considere que una sociedad, cuando es realmente sociedad, no puede ni debe renunciar a un ejercicio reglamentado de la censura, en el punto en el que nos hallamos soy partidario de su abolición total, para que así se toque más rápidamente el fondo de la pornografía y el sadismo.)
En resumidas cuentas, el magistrado que alza el secuestro en nombre de la verdad histórica y artística de la obra me parece más autoritario que aquel que, por una interpretación quizá restrictiva de la ley, ordena su secuestro. Éste se remite a la ley, la aplique o no con rigor; el primero, en cambio, haciendo gala de una sensibilidad y de un juicio con los que puede lucirse en un salón o en un debate cultural, pero que no valen nada en un tribunal (donde un chico que ha robado cuatro naranjas puede ser condenado a dos o tres años de cárcel), apela al arte y a la historia, al valor artístico y a la verdad histórica. Pero una cosa es decir: absuelvo para que caiga en desuso una ley de hecho superada e inaplicable -y que cada cual exprese y represente lo que siente, lo que quiere-; y otra muy distinta decir: absuelvo porque el hecho representado por estas imágenes ha ocurrido realmente y porque, por siniestras, obsesivas y violentas que sean, el arte les infunde un significado más elevado y las redime. (Aparte de que ya va siendo hora de que digamos que el arte no redime absolutamente nada.)"
LEONARDO SCIASCIA
Negro sobre negro, pp.78-79
En resumidas cuentas, el magistrado que alza el secuestro en nombre de la verdad histórica y artística de la obra me parece más autoritario que aquel que, por una interpretación quizá restrictiva de la ley, ordena su secuestro. Éste se remite a la ley, la aplique o no con rigor; el primero, en cambio, haciendo gala de una sensibilidad y de un juicio con los que puede lucirse en un salón o en un debate cultural, pero que no valen nada en un tribunal (donde un chico que ha robado cuatro naranjas puede ser condenado a dos o tres años de cárcel), apela al arte y a la historia, al valor artístico y a la verdad histórica. Pero una cosa es decir: absuelvo para que caiga en desuso una ley de hecho superada e inaplicable -y que cada cual exprese y represente lo que siente, lo que quiere-; y otra muy distinta decir: absuelvo porque el hecho representado por estas imágenes ha ocurrido realmente y porque, por siniestras, obsesivas y violentas que sean, el arte les infunde un significado más elevado y las redime. (Aparte de que ya va siendo hora de que digamos que el arte no redime absolutamente nada.)"
LEONARDO SCIASCIA
Negro sobre negro, pp.78-79