martes, 26 de febrero de 2008

Tragaderas

Dicen siempre (son cosas aprendidas del cine yanqui): no es nada personal. Luego se llaman mentirosos, manipuladores, sectarios, tramposos, indecentes. Después sonríen otra vez, se despiden con un apretón de manos. Porque en efecto, no hay nada personal.

Si en el uso de mi dignidad comprometiera mi palabra y fallara y lo ocultara y me llamaran mentiroso, manipulador, sectario, tramposo, indecente, no sé qué haría. No soy violento y me acobardo fácilmente: no me defendería con los puños. Quizá me faltara el valor de admitir lo que hice, y sus consecuencias, o estuviera tentado de abandonar mi puesto aun sin llegar a hacerlo, como tantos. Lo que sí sé es que me molestaría enormemente: mi malestar interior sería tan grande que me enojaría, me irritaría, me alteraría. Quizá no podría dormir esa noche, y otras. ¿Mentiroso, tramposo, indecente? ¿Yo? Pero claro, es que yo me lo tomaría de manera personal.

Y ellos ¿cómo lo hacen?

(del diario de un jardinero perplejo, febrero postdebático de 2008)

viernes, 22 de febrero de 2008

Acto de presencia

Algún amigo, preocupado tal vez, me pregunta por mi silencio. No tengo tiempo ahora ni cabeza para buscar videos ni poemas que sumar a mi lista de jardines. No es falta de ganas, aunque el cansancio hace mella. De ser más místico diría que viene al caso el "vivo sin vivir en mí", que podría significar una agitación demasiado continua como para reposar y atender a ciertos ángulos de la vida. Aunque lo demás no lo noten, la mido en mi interior por el número de libros que en su montón ordenado esperan, por el pentagrama que todavía no he aprendido a descifrar o por ese paseo que no acabo de emprender.

Veo al paso los almendros en flor, su caligrafía oscura y blanca y pienso que son ellos quienes tienen razón. ¿A qué tanta tarea?

(del diario de un jardinero, febrero de 2008)

lunes, 18 de febrero de 2008

Invierno

Días de ajetreo. Días grises y destemplados. Días de pérdidas para otros y de acercamiento a las pérdidas propias, sin duda cercanas. A veces el invierno (the winter of our discontent, Shakespeare dixit) se prolonga. ¿Habrá de venir alguien, algún hijo de la casa de York que, con sus hechos, lo transforme en verano que eche de menos?


(del diario de un jardinero, invierno de 2008)

martes, 12 de febrero de 2008

Mi voto

En plena campaña electoral y con la sequía que se avecina (o ya está aquí), un deseo: que haya uno o más políticos conscientes que, de una buena vez, decidan que no se puede gastar lo que no se tiene. Y que en lugar de llenarse la boca con palabros como sostenibilidad, apliquen ya lo que el término significa. Y que en mi modesto trabajo al que tan pocos hacen caso pese a desgañitarme en las aulas, en los congresos, en los medios (cuando me dejan) comprendan que éstos del césped y la segadora y la florecita y las arizónicas no son nuestros jardines. Que poner metros y metros de horroroso tubo marronáceo con goteros no resuelve la cosa. Que podar y podar hasta acabar con las copas de nuestros árboles y dejarlos reducidos a un penacho indigno no es cultivar debidamente. Que... que... que...

Créanme, de verdad. Hay muchos modos de medir más o menos la cultura de un pueblo. Lecturas, limpieza en las calles, tolerancia y respeto, tasa de alfabetización, número de auditorios: cuantas se quieran. Yo no conozco ninguna mejor, ni más completa, que la de echar un vistazo a sus jardines. Y créanme, repito: estamos muy a la cola.

No es que yo me considere nadie: pero me gustaría, antes de cerrar este blog o de estirar la pata, tener la posibilidad de decirle a un político de peso, que escuchara en serio, sin prisas y sin móvil, dando un paseo y viendo ejemplos, por qué es una medida tan apta para eso.

Supongo que tendré que esperar a otra sequía y a una nueva campaña.

(del diario de un jardinero, febrero de 2008)

martes, 5 de febrero de 2008

Desnortados

De siempre fue el que menos me gustó y eso que su voz me parece indispensable en esa discografía que repaso de tanto en tanto: me parece increíble que, habiendo pasado tanto tiempo, me siga atrayendo escucharla, me acompañe como me ha acompañado otras veces y me arranque una sonrisa comprensiva ante la ingenuidad de lo que expresa.

Lo que me faltaba por ver era que ese mismo enviara un saludo a los alienígenas (literalmente: Amazing! Well done, NASA! Send my love to the aliens. All the best, Paul). Y ahí es donde se me aclara, al cabo de cuarenta años, por qué es el que menos me ha gustado siempre: con toda su suficiencia, todo su negocio y todo su título, es un mentecato.

Claro que no el único. Ono es una mentecata también, todo amor flotante: "I see that this is the beginning of the new age in which we will communicate with billions of planets across the universe". ¡Comunicarnos con miles de millones de planetas! ¡Ahí es nada!

Y abundan los mentecatos, desde luego: la cantidad de periodistas que se han expresado diciendo que la NASA había lanzado una canción de The Beatles a la estrella "Polaris": ahora va a resultar que saben latín. Menos mal que no han aclarado que se trataba de la estrella α Ursae Minoris: me habría quedado lelo. Sí añaden que viajará a la velocidad de la luz. Y que se oirá allí dentro de unos pocos años. (Oirse, oirse no se oirá nada en el vacío ni tampoco habrá nadie para poner la oreja en la superficie de esa supergigante amarilla a más de 400 años luz, los que tardará en llegar).

Todo esto, además de aclararme lo del cantante mentecato me ilustra también acerca del auge de los videntes, los programas de pseudociencia y las percepciones paranormales que muchos experimentan, y también acerca de la prosperidad de las enciclopedias que sesudos diarios venden para hacer negocio cuando lo que deberían incluir en sus páginas sería un suplemento de ciencia para que todos aprendiéramos.

Yo, por si acaso, me pongo Across the universe (donde, por cierto, el que canta con toque místico es John) y miro a la Polar, más que nada para no perder el norte.

(del diario de un jardinero, febrero de 2008)