para amart, que sabe de esto
I
Una chopera, y los chopos formados como un ejército verde aunque extraño: los más altos en medio, buscando la luz, encanijados otros en los bordes al amparo de sus mayores. Pero todos muy tiesos. De pronto, una ráfaga de viento y la formación, al menos en lo alto, se emborrona, se deshace.
II
A la vera del talud por el que corre el tren, y mucho, unas vacas pastan, o rumian echadas sobre la hierba bajo la mansa lluvia. Entre ellas, un caballo: un auténtico alazán que, de repente, se arranca en una carrera compitiendo con el tren, crines al viento, a galope tendido. Corre más el convoy que me lleva: pero él es mucho más hermoso.
III
Abandonados entre la niebla, ¡a estas horas de mayo!, los almendros son casi esqueletos con unas pocas hojas. Nunca dieron almendras y nunca las darán: de ahí su suerte echada a las bardas herbosas y al campo sin roturar. ¡Cuántas veces se ven estos almendrales frustrados! Quizá de viejos, aun sin dar fruto, cubran de nieve esas parcelas dejadas, abolidas.
(del diario de "érase un jardinero a un tren pegado", mayo de 2008)