miércoles, 7 de febrero de 2007

¿Gigantes?

Cuando salgo al monte no deja de sorprenderme un cambio que muchos ni siquiera habrán registrado. Por todas partes hay molinos de viento. No los llaman así sino aerogeneradores. Nunca me he acercado mucho a ninguno pero hacen ruido, un zumbido poco acogedor.

No tengo nada que objetar a las energías "limpias", cómo voy a tenerlo. Lo que ocurre es que no son tan limpias. Invaden, y del mismo modo que es imposible sacar una fotografía en un casco antiguo sin que salgan cables o antenas, ya no es posible mirar a ningún lado sin que surjan molinos de viento. Si no están aquí al lado, están más allá. Es una contaminación, como la del ruido, que suele pasar desapercibida para muchos. Por eso mismo quise denunciarla hace tiempo y escribí un artículo, que reproduzco íntegro, que se publicó en el año 2005 (de ahí la alusion quijotesca, oportuna entonces) en un periódico de provincias. Si lo hago es porque los molinos continúan invadiéndonos. No estaría de más que tantas personas preocupadas por el medio y su conservación (¿y quién no?) pensaran en que el medio es también lo que se ve. Y se oye.

Nadie nos dijo nunca que los molinos de viento saldrían del libro para darnos la luz, mover motores y convertirse en negocio en el que la piedra de amolar, el polvillo de la harina y el aspecto risible de los molineros no tendrían cabida. Nadie nos dijo nunca que en este año quijotesco ya habrían ganado la partida los molinos. Claro que nadie nos dice nunca nada.


Es cierto que gastamos mucha energía, energía sucia, que procede de esquilmar la naturaleza y contaminarla hasta extremos insospechados. Es cierto que el dióxido de carbono se va colocando entre nosotros y el sol y contribuye a eso que se llama, a falta de expresión mejor, efecto invernadero. La solución no es fácil, pero sí posible: utilizar otras energías, mal llamadas renovables. Basta que alcancen los niveles de rentabilidad y el negocio cuaja.


Y el negocio es, al mismo tiempo, un acallaconciencias. Algo que el capitalismo que nos vive sabe hacer como nadie. Mezcla los escrúpulos de los gobernantes, la avidez de los más avisados, la buena voluntad de muchos ingenuos. No necesariamente en ese orden. La amalgama es explosiva. El resultado predecible. Las consecuencias irreversibles.


¿Creímos que bajaría el coste de la energía eléctrica ahora que Eolo hace buena parte del trabajo y que según las regiones va siendo cada vez más significativa y creciente? ¿Creímos que los parques eólicos surgirían para salvaguardar nuestro medio y nuestra atmósfera, para usar una energía inagotable y abandonar de una vez los peligrosos y contaminantes combustibles fósiles? ¿Creímos que respetarían nuestro paisaje por formar parte de la naturaleza? Nada más lejos: el negocio es el negocio y los molinos se multiplican; su invasión es cada vez más inquietante.


Lo peor del caso es que no los vemos, ciegos de nosotros, creciendo en nuestras sierras, en los montes pelados, en los cerros ventosos, que no sirven para otra cosa. Eso dicen. Todos los vemos pero los creemos molinos de verdad y no nos damos cuenta de que son gigantes que invaden nuestro paisaje y no van a marcharse. No quedará loma por llenar ni cresta que no lleve su diadema de molinos. ¿Seguiremos creyendo que es por cuidar nuestro medio? ¿Y qué, sino medio, es el paisaje que vemos nosotros, animales fundamentalmente visuales? Más nos valdría apagar la luz para no verlo.

Es necesaria una postdata: creo que el hombre sentado en una silla tiene en algún rincón de su blog algo sobre los molinos de viento que hoy, día de premuras y cegueras diversas, no he sabido encontrar. Espero que me perdone la redundancia de esta entrada en mi bitácora porque en 2005 no conocía su blog. Y nunca viene mal, creo yo, hacer piña en torno a las cosas que de verdad creemos importantes. Por el ejemplo, el paisaje que miramos (y que nos ve) todos los días.

1 comentario:

Portarosa dijo...

Bueno, FPC, conforme leía tu post iba pensando en decirte que yo tenía algo escrito en mi blog (de cuando entraba media docena de lectores al día) sobre el tema. Así que me he quedado de piedra cuando he visto que, inexplicablemente, ya lo sabías.

Aunque no aporta nada nuevo al tuyo y es más burdo, me permito enlazarlo aquí, por eso que dices tú de que dos hacen más que uno.

Un abrazo, y gracias.