viernes, 2 de marzo de 2007

Una sirena

La Sirena del Pisueña es una pequeña editorial que, con el solo patrocinio del Ayuntamiento de Santa María de Cayón, trata de rescatar la obra de poetas cántabros, unos conocidos y otros casi nada. Hace unas ediciones muy bonitas, con un cuidado tipográfico y de papel que no suele ser común y que explica, al igual que en otros casos, por qué los aficionados a la poesía no sólo buscan el contenido poético del libro sino que valoran su aspecto continente. Fernando Gomarín, con sus gafas gruesas y su pajarita, es el que lleva a cabo esta labor callada y altamente meritoria.

Además, participa y hace participar a "sus" autores en acontecimientos culturales. Uno de éstos, al que Gomarín asiste de manera continuada, es la Tertulia de los Martes Literarios en la Casa-Museo de Segovia. Ésta conmemora cada año la muerte de Antonio Machado y Gomarín y su sirena han compuesto para el sesenta y ocho aniversario de esa muerte solitaria y vergonzosa que no hizo más que agrandar la figura del escritor, un pliego con texto de Miguel Ibáñez. Un pliego tan bien editado como los libros y las plaquettes en las que van ambos, editor y editorial, recogiendo la obra en marcha de los autores cántabros.

Con estos antecedentes, dan ganas de hacerse cántabro y pasar a pertenecer a la nómina que integran entre otros, acogidos en esa editorial con sirena modesta pero de muchas luces, Oliván, Sopeña, Balbontín y el propio Carlos Villar, de quien ayer presentamos, entre Fernando y yo, su último libro de poemas, Más relinchos de luciérnagas. Carlos deja atrás, sin cierres en falso, una cierta temática cuasi juvenil y abre el paso a otra más madura, en medio de guiños a la literatura inglesa y con la impregnación de la ironía que, los que le han leído lo saben, maneja con toda soltura.

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