La Sirena del Pisueña es una pequeña editorial que, con el solo patrocinio del Ayuntamiento de Santa María de Cayón, trata de rescatar la obra de poetas cántabros, unos conocidos y otros casi nada. Hace unas ediciones muy bonitas, con un cuidado tipográfico y de papel que no suele ser común y que explica, al igual que en otros casos, por qué los aficionados a la poesía no sólo buscan el contenido poético del libro sino que valoran su aspecto continente. Fernando Gomarín, con sus gafas gruesas y su pajarita, es el que lleva a cabo esta labor callada y altamente meritoria.
Además, participa y hace participar a "sus" autores en acontecimientos culturales. Uno de éstos, al que Gomarín asiste de manera continuada, es la Tertulia de los Martes Literarios en la Casa-Museo de Segovia. Ésta conmemora cada año la muerte de Antonio Machado y Gomarín y su sirena han compuesto para el sesenta y ocho aniversario de esa muerte solitaria y vergonzosa que no hizo más que agrandar la figura del escritor, un pliego con texto de Miguel Ibáñez. Un pliego tan bien editado como los libros y las plaquettes en las que van ambos, editor y editorial, recogiendo la obra en marcha de los autores cántabros.
Con estos antecedentes, dan ganas de hacerse cántabro y pasar a pertenecer a la nómina que integran entre otros, acogidos en esa editorial con sirena modesta pero de muchas luces, Oliván, Sopeña, Balbontín y el propio Carlos Villar, de quien ayer presentamos, entre Fernando y yo, su último libro de poemas, Más relinchos de luciérnagas. Carlos deja atrás, sin cierres en falso, una cierta temática cuasi juvenil y abre el paso a otra más madura, en medio de guiños a la literatura inglesa y con la impregnación de la ironía que, los que le han leído lo saben, maneja con toda soltura.
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