miércoles, 2 de mayo de 2007

Homenaje a Epicuro



Un alto muro a veces me separa
del mundo entero. Yedras y cripreses
intensifican luces y silencios
y en el hueco plausible de la tierra,
tal una mano, vivo dulcemente
una especie de absorto sueño antiguo
que nada extingue. Cerca se oye el agua
deslizándose lejos, un murmullo
que no sabe de mí, lo sabe todo,
un reflejar del cielo estremecido,
una canción dispersa. El tiempo corto
suele durar bastante en la memoria
sin que sepamos qué es lo que en el alma
se nos quedó tan preso que los años
no han podido borrar, aquel asomo
de una felicidad sin conjeturas,
libre, dichosa, suave, deslizante,
que hace que para mí la vida sea,
no importa sus quebrantos, un recuerdo
de sosiego y de paz.

JUAN GIL-ALBERT

4 comentarios:

Neves de ontem dijo...

¿Asomo de una felicidad sin conjeturas?
Saludos.

Neves de ontem dijo...

¿Conoce el Jardín de Sotofermoso de Abadía (Cáceres)?

FPC dijo...

Sí, aunque no tengo fotografías, desgraciadamente. Y en cuanto a la felicidad sin conjeturas... creo que la felicidad bien puede ser eso: la que no se hace cábalas sobre nada: es y nada más.

Saludos.

Anónimo dijo...

Otro de lo grandes. Descubrí a Gil Albert hace ya un montón de años en una antología de Cátedra que lei con fervor durante tiempo.
Hoy me lo has recordado y creo que buscaré aquel libro para reencontrame con aquellos versos y por comprobar si todavía me sigue apasionando su lectura.
El poema de la entrada me permite aventurar que sí.
Un abrazo.