lunes, 26 de noviembre de 2007

Tristeza

Con el coche detenido en un semáforo interminable, miro por el retrovisor. El coche se ha convertido en un apostadero cambiante, y tan frecuente, que pasa desapercibido. Se mira desde él, pero los viandantes pasan sin mirar. La escena, vista desde dentro, es autista. Cada uno a lo suyo.

Por eso sorprende, aunque tampoco es raro, ver a personas sentadas en su propio coche, autistas en dos sentidos de la palabra (se me ocurre), entregadas a sí mismas. Hay quien habla por el móvil o quien se mete el dedo en la nariz, pero mucho más se ve el rostro de alguien desconocido que medita, se abstrae o, simplemente, disimulando, se pasa el dedo por la comisura del ojo y retira furtivamente una lágrima. Como la mujer de esta mañana.

(del diario de un jardinero, noviembre de 2007)

3 comentarios:

amart dijo...

Es que la lágrima no tiene acotado su campo de acción. Y el coche, quizá por esa suerte de autismo que propicia, puede convertirse en un espacio no menos idóneo que el dormitorio para dejarla correr.

marideliwes dijo...

Pues yo, lo que he sentido alguna vez, desde el coche, es que "violaba la intimidad de alguien". Y sin llorar. Cuando vas por la calle, sólo te preocupa ser observado por la gente que te encuentras de frente o próxima, pero no piensas en lso ojos que te verán desde el coche. Y no hay nada más publico que pasear cerca de una ríada de coches. Seguro que te ven :-) Por ejemplo, cuando estás dejando de fumar y estás volviendo y todavía no te lo has dicho ni a ti mismo.

Ah, y a mi el coche me parece un sitio de lo más propio para llorar, como que todo queda diluido y va cambiando y, encima, a tus anchas.

Anónimo dijo...

El coche es nuestra propia burbuja metálica y de cristal. Nos permite encontrarnos a nosotros mismos mirando a los demás y reflexionando con actos reflejos como el dedo en la nariz, o quizás echando un cigarrillo. Mi coche es mi oficina. Mis mejores páginas han salido de allí. Y además, en el coche, se pueden hacer tantas cosas....!