miércoles, 5 de diciembre de 2007

La mano de nieve



En el intermedio del concierto de Corea & Fleck, del que ya hablé, los músicos salieron del escenario, se encendieron las luces (no todas, pasamos por épocas restrictivas), parte del público salió al ambigú (aquí ponen unas mesitas altas con copas de vino de Rioja) y otra parte se quedó sentada en la sala. Es notable el nivel sonoro de las conversaciones y se oye de todo, como es natural. Los sábados, además, como era el caso, los asistentes eran de todas partes y es seguro que habría gentes del País Vasco, Navarra o Aragón. Había un cierto guirigay que iba subiendo por momentos.

En esas se estaba cuando salió un chico joven al escenario. Vaqueros, deportivas, mochila al hombro. Iba a afinar el piano. Tocó aquí y allá. Inició los compases de un blues en la octava más aguda del teclado. Corrigió algunas notas (sonar sonaba bien) como quiera que se corrijan estas cosas. Sacaba objetos de su mochila, intercambiaba herramientas, consultaba su afinador electrónico. Enunció los primeros compases de un bolero. No estaba satisfecho. A su alrededor la algarabía se había aquietado un poco pero no me pareció que hubiera muchos fascinados por aquel espectáculo gratuito, semisilencioso, cuasi mágico, que se desarrollaba ante sus ojos. Unas pruebas. Unas notas que podía ser de Scarlatti o de Bach. Finale. El chico recogió sus herramientas, cerró su mochila y salió del escenario, sin mirar a nadie, sin saludar, sin recibir aplausos.

Pensé cuántas veces ocurren cosas parecidas. Lo auténticamente importante está a la vista. Es de apariencia sencilla, no se presenta con sofisticación ni alevosía. Más bien con morral y zapatillas de deporte. Imprescindible, sin embargo. Preparando, a la vista de todos, sin trampa ni cartón, lo que a continuación vendrá. Dejando, como en este caso, cada nota en su sitio, a punto. Esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas.

Nosotros, mientras tanto, hablábamos.

(del diario de un jardinero que, de repente, ha recordado, diciembre de 2007)

5 comentarios:

francisco aranguren dijo...

Me gusta tu comentario. Es verdad que lo importante se presenta en deportivas. La profesionalidad pasa desapercibida (es modesta). Estuviste atento a esa música incidental de la vida y eso es lo mejor. No lo dejaste escapar. Enhorabuena. Un abrazo.

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Que razón tienes, jardinero. Y qué poco apreciamos a veces los oficios poco lucidos. El trabajo bien hecho. Y, sin embargo, cuánto tiene que ver ello en la prosperidad de los países.
Un abrazo.

amart dijo...

A veces es cuestión de suerte, otras, de desigualdad de oportunidades. Quizá en ocasiones no se cogió el último tren, o no se dispuso de una mínima cantidad de dinero cuando era lo único que hacía falta. A lo mejor faltó que alguien confiara en el proyecto, o tal vez no se supo llegar al lugar adecuado. Una simple cuestión de matiz y el genio anónimo puede quedar convertido en un afinador de pianos.
Un abrazo.

FPC dijo...

Gracias a los tres. En este caso lo importante es lo que decís vosotros, sugerente cada cual en lo suyo.Música incidental, oficios poco lucidos, genio anónimo. Con vuestras palabras podría componerse otra entrada sino fuera porque ya la habéis escrito vosotros. Gracias otra vez. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Todos los días... Pero también siempre hay alguien para darse cuenta. Un saludo.