lunes, 18 de junio de 2007

La vida misma

Hay días que son un paradigma, un ejemplo cabal de lo que hay y lo que somos. Hoy, por ejemplo (y el hecho de que lo elija no lo hace especial, demuestra, por el contrario, que cualquier día es así). Uno anda a sus cosas: y son muchas. Un nuevo ayuntamiento y nuevas expectativas (por fin), el árbol y el jardín árabe, algunas ideas sobre Lastanosa que siguen flotando en el ambiente (o sea, mi cráneo), un disco de Brahms que voy persiguiendo y que no encuentro, mis hijos, cada uno en lo suyo, vacaciones de verano a la vista y mapas de carreteras desplegados, M. que hoy no se encuentra demasiado bien (nada preocupante), un examen que se aproxima...

...y de repente, debo ir al tanatorio porque ha muerto el padre de una compañera. Todo se detiene porque eso es lo que ocurre. Que la vida se para.

Vamos. Pésames, un momento de conversación y de tópicos. Un beso de despedida. Allá quedan con su dolor mientras nosotros volvemos a nuestro azacaneo diario. El Ebro pasa, pardo y turbio, al lado del tanatorio. Lo cruza una cigüeña, rasando muy bajo, con una culebrina en el pico. El alimento de una cría que vive en una torre dispuesta por las autoridades en la zona inundable del cauce. Metáforas, río y ave, del transcurso del tiempo y de la vida. Todo un poco absurdo y estúpido. Todo conocido y cercano. Lo vulgar, la emoción, lo habitual, lo que nos desgarra. La vida misma.

(del diario de un jardinero, junio de 2007)

4 comentarios:

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Muy bella entrada y muy hermoso el verbo azacanear. Ciertamente, en el vértigo de los afanes diarios, de repente un suceso grave nos da la medida exacta de cada cosa, nos detiene y nos permite reconocer en los signos circundantes las supuestas claves de todo.
He leído este fin de semana los textos de Jardín y filosofía. Me han parecido muy interesantes. Así le daré desde ahora a mi atención, respecto a tus bitácoras, una orientación estereofónica.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hermosa entrada... es por sí misma un llamado, quizá, al menos para mí. Cuando en el pueblo natal de mi abuela las campanas terminan de doblar, todo parece detenerse, hasta los sonidos, y es en ese silencio, que la vida se despereza y nuevamente retorna, pero ya algo es diferente, se le asume muchas veces con aplomo o resignación y cada detalle antes inadvertido nos dice cuán frágil es lo que nos sostiene, por ello probablemente lo tomamos entre las manos para no quebrarlo, para que un poco se prolongue la sensación de pasar doblando nuestros propios ecos interiores, llamando al mundo.


Lamento la pérdida de tu compañera.

Un abrazo.

Sir John More dijo...

Saludos, Paco. He disfrutado este texto tuyo por dos razones, porque consigues expresar tus ideas con toda la emoción necesaria, y porque esas ideas dan vueltas y vueltas a mi realidad desde hace años, con pinta manifiesta de quedarse para siempre en la condición de problema irresoluble, o de contradicción insalvable. Ideas básicas en cualquier caso, forman el lecho inestable donde nuestras minucias se desenvuelven. Así que no nos queda más que asombrarnos de sus rincones caóticos y luego compartirlo...

Gracias por tu ayuda con lo del sonido y los vídeos. Seguiremos investigando, e informaremos puntualmente. :)

Un abrazo.

FPC dijo...

Me alegro de haber servido de ayuda. Gracias por el comentario. A partir de ahora seguiré regularmente tu bitácora. Un abrazo.