martes, 15 de abril de 2008

Paisaje VI

Este es el día en que del río suben las nieblas
a la hermosa ciudad, en medio de prados y colinas,
y la difuminan como un recuerdo. Los vapores confunden
los verdes, pero en cambio las mujeres
la caminan. Van en la blanca penumbra
sonrientes: en la calle puede pasar cualquier cosa.
Puede ocurrir que el aire las embriague.

La mañana
se habrá abierto de par en par en un ancho silencio
amortiguando todas las voces. Incluso el pordiosero,
que no tiene ni casa ni ciudad, lo habrá respirado
como apura el vaso de grappa en ayunas.
Vale la pena el hambre o haber sido traicionado
por la boca más dulce por salir a ese cielo
y volver a encontrar aliento y recuerdos más leves.

Cada calle, cada atisbo de casa
en la niebla, tiene un antiguo temblor:
quien lo siente no puede dejarse abatir. No puede abandonar
su tranquila ebriedad compuesta de cosas
de la vida plena, descubiertas al resguardo
de una casa o de un árbol, de una idea imprevista.
Igual que los grandes caballos que pasaron en la niebla
del alba, esas cosas hablarán de entonces.

Ójala un muchacho escapado de casa
vuelva justamente hoy, cuando sube la niebla
del río y olvide toda vida,
las miserias, las famas y las fes traicionadas,
para detenerse en una esquina, bebiendo la mañana.

Vale pena volver, ójala que distinto.


[1935]

Traducción de FPC

2 comentarios:

marideliwes dijo...

Qué miedo da Pavese, jardinero.
Es preciosa.

FPC dijo...

Pavese es un gran autor bastante olvidado: esperemos que este año en que se cumplen los 100 de su nacimiento vuelva a leerse otra vez. Yo estoy poniendo mi granito de arena.