Terminado el curso, queda un vacío como de tristeza. Se van los que vinieron, se hizo lo que estaba previsto, más o menos, salió todo bien (es una exageración, siempre, pero indudablemente refleja un estado de ánimo en cuanto a los resultados), las tensiones acumuladas por culpa de unos u otros o de nadie han ido rebalsándose y hoy son un resto de algo que no se supo muy bien qué fue.
Sólo, supongo, la perspectiva al cabo de unos meses o años dará al hecho el lustre que ahora empaña la inmediatez a lo que ha sido. Para entonces ya no será necesario. Ya lo dije otra vez: no sé si prefiero quedarme o marcharme antes. Esta vez yo era el anfitrión, en casa: quedarse era obligado.
Pero entonces...
Sólo, supongo, la perspectiva al cabo de unos meses o años dará al hecho el lustre que ahora empaña la inmediatez a lo que ha sido. Para entonces ya no será necesario. Ya lo dije otra vez: no sé si prefiero quedarme o marcharme antes. Esta vez yo era el anfitrión, en casa: quedarse era obligado.
Pero entonces...
(del diario de un jardinero cursillista, julio de 2008)
3 comentarios:
tu post me ha hecho revivir unos años atrás, cuando iba todos los años a un festival interesantísimo y en una ocasión me quise quedar hasta el final en lugar de marcharme antes: ¡qué desolación! juré que nunca más.
pero, como bien dices, si tú eres el anfitrión...
Gracias por tu comentario, jin. A mí no me resulta fácil decidir, pero es desolador quedarse, irse el último y cerrar la puerta. Siempre me ha producido una sensación angustiosa.
Saludos
Salisteis por fin de vacaciones?
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